SOMOS EXTRAÑOS. SOMOS UN MILAGRO.
Somos casi casi 7.900 millones de personas en el planeta. En el planeta conviven millones de especies, de las que solo se conocen 1.2 millones. Todos consumimos oxígeno. ¿Cómo es posible que haya para todos? Vamos a contar el cuento de cómo el oxígeno llega a todo el Planeta Tierra.
Érase una vez, en un lugar muy lejano del África Oriental llamado Danakill, un desierto; un desierto hecho de sal. En aquel desierto de sal se producían unas enormes tormentas de arenas que viajaban por el continente, desplazándose por encima del Océano Atlántico, en un viaje muy largo hasta llegar a la Amazonía. Ahí ese polvo africano caía en la cuenca del Amazonas, convirtiéndose en el fertilizante perfecto para la vegetación.
A medida que las plantas y árboles crecían gracias a ese fertilizante, convertían el dióxido de carbono en oxígeno. Un solo árbol podía producir oxígeno suficiente para dos personas. El Amazonas producía 20 veces más oxígeno que el que todas las personas de la Tierra podrían consumir. Sin embargo, ni un soplo salía del territorio, todo se queda ahí, en los habitantes de la Amazonía.
El agua que consumía ese mundo vegetal subía por el ecosistema hasta su parte más alta donde, combinada con el sol y el viento, se convertía en un caudaloso río. Un río más volador. El río más grande del planeta.
Aquel río volador viajaba, como aquellas tormentas de arena, por todo el continente, esta vez, el americano. Hasta chocar con unas altas montañas: Los Andes. El río – nube se condensaba y caía en forma de lluvia que fluía hasta llegar de nuevo al Amazonas. El agua de ese gran río erosionaba las rocas generando sedimento que llegaba hasta el mar creando nutrientes para un pequeño ser diminuto, cuatro veces más fino que un pelo de ser humano: la diatomea.
Las diatomeas eran el secreto del oxígeno del planeta tierra. Su población se podía duplicar a diario, con su fotosíntesis producía oxígeno.
Sin embargo, las diatomeas no eran eternas, y cuando morían, sus restos caían lentamente al suelo marino, el cual cubrían con una capa de 800 metros de grosor. Aquella blanca capa recibía el nombre de nieve marina. En millones de años el suelo marino se elevó, los niveles de océano bajaron y el suelo marino se convirtió en un desierto. En un desierto de sal. ¿El desierto que vuela hasta la Amazonía? En algún momento fue un lecho marino. ¿El polvo que hace crecer el bosque tropical? Concha de diatomea.
Mae Jemmison dice en el primer episodio de esta maravillosa serie que es asombroso ver desde el espacio cómo todos los sistemas en la tierra trabajan para que podamos respirar en un delicado e improbable equilibrio.
Recomendamos esta maravillosa serie de 2018 de Darren Aranofsky: One strange rock. Porque no todos podemos ver el planeta desde arriba, pero todos deberíamos de tener la sensación de que el planeta es muy frágil, solo sostenido por un milagroso balance obrado por otro milagro: el del trabajo en equipo.
Proponemos que equilibres algo en tu vida que no lo esté. Desde el Foco Verde nos hemos comprometido a movernos más. Pasamos mucho tiempo sentados, más que el que pasamos caminando, y el cuerpo se resiente y se estropea, como cualquier otra materia.
Puedes ver la serie completa en Disney +